Anturio

Anthurium: nombre genérico compuesto de las raíces griegas ᾰ̓́νθος que signfica ‘flor’ y ουρά que quiere decir ‘cola’, su nombre todo junto, quiere decir ‘cola florida’, qué risa, pienso, si Julia hubiera sabido lo que quería decir este nombre, también le habría hecho gracia.

Conocí esta planta de flores exuberantes gracias a mi abuelita, que en su amor por la jardineada se obsesionó con ellas, buscando tenerlas en todos los colores: rojo encendido, rosita pálido, vino profundo, naranja, blanco; en eso se gastaba su dinero, las encargaba en el mercado o en el tianguis, no recuerdo, y cuando le llegaba una nueva, la presumía con orgullo.

En mi terraza habita una maceta con un anturio entre vino y morado que alguna vez fue de Julia, y aunque no tengo la mano santa que ella siempre tuvo para las plantas, lo mantengo con vida, o él no se deja vencer por mis negligencias. Elegí esta flor para representarme como símbolo en Sujetas Naturales por el vínculo directo a Julia, quien fue mi maestra en el mundo vegetal, porque creo que los conocimientos ancestrales de las plantas se transmiten así, a través de la familia, y más específicamente, a través de las mujeres. Mi abuelita sembró en mi mente infantil la curiosidad por las plantas, por descubrir sus secretos y por aprender sus ciclos y humores.

A veces todavía amenazo al anturio con tirarlo a la basura si no me da flores, como hacía Julia, luego me da un poco de tristeza y me arrepiento en silencio de hablarle feo y decido cantarle, aunque no recuerdo las melodías ni las letras de la música que le gustaba a ella, nunca presté atención, quizá por falta de interés o por pura distracción infantil, quizá porque cantaba puras cosas antiquísimas con las que no conectaba entonces, y que ahora que deseo conocer más de su mundo interior, ya no está.

Ilustración de anturios, Karenn Joy, 2025.

El anturio pertenece al género Anthurium y tiene entre 600 y 800 especies, y aunque es nativo de Colombia, Venezuela y Perú fue descubierto en Costa Rica, su hogar son zonas tropicales. Es el género más grande de su familia y se encuentran nuevas especies cada año, pero para mí, el secreto más grande que oculta es que aquello que nosotros llamamos flor, esa forma de corazón o punta de flecha, en realidad lleva por nombre “espata” y se extiende desde la base de inflorescencia, un pequeño poste color amarillo o blancuzco, con una textura granulosa, totalmente contrastante a la tersura plástica que lo rodea.

Así como el anturio no es lo que parece, y su flor no es flor, sino espata, yo también siento que hay partes de mí que no son nombradas como se debe. Digo que soy ordenada, cuando debiera decir ansiosa, que soy precavida, cuando en realidad soy temerosa, que soy una persona privada, pero la verdad, me siento incomprendida. No puedo evitar preguntarme si Julia alguna vez se sintió representada por sus plantas así como yo, si encontraba en ellas aspectos ocultos de sí misma, si se veía en ellas como en un espejo o si se sentía acompañada, como al encontrar un espíritu afín, si se rodeaba de ellas porque la entendían mejor que las personas.

Al igual que los anturios, yo me considero una planta de interior, dispuesta a vivir por temporadas al aire libre, siempre y cuando no me dé el sol, de clima templado, porque el frío me pone triste y el calor me pone de malas. Debo evitar las corrientes de aire y los cambios repentinos de sitio, me gusta la estabilidad y requiero un riego moderado, pero consistente, si no me da luz, dejo de florecer. Una advertencia: soy de mírame y no me toques, mis flores son tóxicas y mi savia es irritante, pero al igual que esta planta, me gusta estar rodeada de otras como yo.

Aunque durante mucho tiempo me sentí una planta solitaria, o una flor que se marchitaba lentamente, hoy me sé parte de un jardín que tiene ciclos, que mis compañeras me sostienen en las temporadas en las que yo no puedo florecer, en las sequías, en los diluvios emocionales, cuando me siento abrumada, mis compañeras me equilibran y me sujetan y yo a ellas.

A Julia, que me enseñó a observar, a cuidar, a florecer y a ser jardín.